Narashino, Japón.- Aves migratorias viajan miles de kilómetros de Siberia a Australia y en el circuito transpacífico recalan en la bahía de Tokio, donde una reserva natural ha logrado, con la ayuda ciudadana, resistir a la urbanización desenfrenada.
El ruido incesante de una autopista elevada incomoda al llegar a Yatsu-Higata, un humedal costero al este de Tokio. ¿Realmente estamos en una reserva natural protegida, una marisma de 40 hectáreas conectada por dos canales a la bahía de la capital nipona y hogar de 60 especies de aves playeras y migratorias?
Yatsu-Higata es un oasis acuático donde el agua del mar entra y sale al ritmo de las mareas. Se encuentra medio escondido entre una autopista que lo esquiva y numerosos residenciales, en la localidad de Narashino (Chiba), a los pies de una bahía compartida con la metrópolis asiática.
A puertas del Pacífico y de la gran urbe japonesa, este humedal protegido resiste el paso del tiempo y la expansión urbanística de las últimas décadas, ofreciendo una parada imprescindible para bandadas de aves que cada estación buscan aquí descanso y alimento antes de partir de nuevo hacia destinos lejanos.
JV