No habrá ni rusos, ni bielorrusos, ni puntos a repartir en Wimbledon, pero sí Rafael Nadal, que vuelve tres años después al torneo para tratar de mantenerse en la pelea por lograr el objetivo más difícil del tenis: el Grand Slam.
Conquistar los cuatro Grandes en un año, algo que solo han logrado Rod Laver y Don Budge en la historia de este deporte, es el horizonte glorioso de Nadal, que primero tiene que concentrarse en un Wimbledon diferente, con la sanción a rusos y bielorrusos y la negativa de ATP y WTA a repartir puntos, pero que respirará normalidad cuando la pelota empiece a girar.
El balear aparece en el All England Club en el único año de su carrera en el que ha ganado a estas alturas Australia y París, pero sin el cartel de favorito. Hace doce que no gana en Londres, hace once que no alcanza la final y su preparación para la superficie más difícil de todas ha sido escasa. Apenas un par de partidos de exhibición en Hurlingham, varios días de ejercicios en Mallorca y una semana de entrenamientos en Londres. Esa es la hoja de servicios de Nadal a la hierba. “Vamos en una línea claramente ascendente”, replicó el de Manacor, consciente de las dificultades de asomarse a ese salto mortal que suele ser el paso de la tierra batida al pasto.
Para amortiguar el impacto, Nadal se ha ejercitado con jugadores de todos los estilos. Grigor Dimitrov, Kamil Majchrzak, Jiri Vesely, Tommy Paul y Frances Tiafoe han pasado por el campo de entrenamientos del balear, que además sumó a su bolsillo una victoria contra Stan Wawrinka y una derrota contra Felix Auger-Aliassime en Hurlingham.
Acostumbrarse a las bolas, más pesadas que en el resto del circuito, coger automatismos y acompasar los movimientos, una serie de tareas que Nadal ha ido limando para estar listo este martes, en su debut contra el argentino Francisco Cerúndolo, al que nunca se ha medido antes en su carrera. Luego vendrán curvas, con Sam Querrey, Marin Cilic, Auger-Aliassime y Matteo Berrettini en el horizonte, lo que nubla su futuro en un torneo que, de tener un favorito claro, es el de Novak Djokovic.
La última derrota del serbio en estas pistas data de 2017, cuando le apartó en cuartos de final el checo Tomas Berdych. Desde entonces han caído 21 triunfos seguidos, tres títulos que le ponen en posición de ser el cuarto tenista en la Era Abierta en encadenar cuatro Wimbledon. Solo lo lograron Bjorn Borg y Roger Federer, que consiguieron cinco, y Pete Sampras, que se quedó en cuatro.
Los seis títulos que posee le dejan, además, a uno de los siete de Sampras y de William Renshaw, que ganó en la prehistoria del tenis, y a dos del récord absoluto en hombres de Federer.
Djokovic no compite desde los cuartos de Roland Garros y, como hace desde 2017, no ha jugado torneos previos en hierba, pero su ligereza y versatilidad en la hierba no se ha visto afectada. Llegó a Londres con ocho días de antelación y se ha ejercitado en cada uno de ellos con una frescura en la superficie que le coloca como el máximo favorito.