A pocos días del arranque del Mundial de Clubes 2025 y la Copa Oro, ambos con inicio programado para el próximo 14 de junio en territorio estadounidense, el ambiente festivo que usualmente rodea estos torneos se ve opacado por una creciente tensión social: el aumento en los operativos de deportación de migrantes en varias ciudades sede.
Durante las últimas semanas, organizaciones defensoras de derechos humanos y líderes comunitarios han expresado su preocupación por el efecto que esta situación podría tener en la asistencia a los estadios y la venta de entradas, particularmente entre la comunidad latina, históricamente una de las más entusiastas en este tipo de eventos.
“Hay miedo en muchas familias”, comenta María García, portavoz de la Coalición por los Derechos de los Inmigrantes en Los Ángeles. “Tenemos reportes de personas que compraron boletos y ahora dudan en asistir por temor a retenes, redadas o presencia de agentes migratorios cerca de los estadios.”
Las autoridades federales han intensificado recientemente las acciones contra migrantes sin documentación, especialmente en estados como Texas, Florida y California, donde también se jugarán partidos clave de ambos torneos. Esta política ha generado un clima de incertidumbre que podría traducirse en gradas vacías o a medio llenar, pese a la relevancia deportiva del evento.
Según datos preliminares de empresas boleteras, la venta de entradas en ciudades como Houston y Dallas ha experimentado una ralentización durante las dos últimas semanas, en contraste con las expectativas iniciales. “El interés sigue, pero la conversión en ventas se ha frenado. Hay gente esperando hasta último momento, algo que no es común para este tipo de competencias”, explicó un representante de TicketOne, plataforma oficial de venta.
El Mundial de Clubes, por primera vez con formato expandido de 32 equipos, y la Copa Oro, con una edición especial para celebrarse como antesala a la Copa del Mundo de 2026, son considerados dos eventos estratégicos para posicionar a Estados Unidos como sede futbolística. Sin embargo, el contexto político y social podría empañar esa vitrina.
La FIFA y la Concacaf no han emitido declaraciones oficiales sobre el impacto de la situación migratoria, pero fuentes cercanas al comité organizador reconocen que se ha planteado reforzar la comunicación sobre seguridad en los estadios y buscar garantías de que no se realizarán operativos migratorios en zonas aledañas durante los partidos.
Mientras tanto, jugadores, técnicos y dirigentes piden que el fútbol siga siendo un espacio de unión. “El fútbol debe ser una fiesta para todos, no importa tu estatus migratorio. Queremos ver estadios llenos, no gradas vacías por miedo”, dijo en conferencia de prensa el técnico del Club América, uno de los participantes del Mundial de Clubes.
A escasos días del silbatazo inicial, el balón está por rodar, pero la verdadera pregunta es si los aficionados —especialmente los más vulnerables— se sentirán seguros para estar en las tribunas.