Desbordado de forma expresiva en la primera media hora, salvado en el segundo tiempo por una decisión más que discutible del árbitro Marco Di Bello, que obvió un penalti para el Bolonia con 0-1 a su favor, y rescatado por un cabezazo de Dusan Vlahovic en el minuto 80, el Juventus sobrevivió a la derrota contra el bloque competitivo y notable construido por Thiago Motta (1-1).
La pena máxima pareció muy clara. No la vio ni el colegiado ni el VAR. Ni siquiera fue a verla al monitor a pie de campo. Una decisión definitiva para el desarrollo y el desenlace. No era lo mismo entonces el 0-1 que el 0-2, de haber transformado el penalti cometido por Illing-Júnior, que derribó a Ndoye simplemente para evitar que empujara el gol a portería vacía tras un rechace.
Después, llegó el 1-1 de Vlahovic para el Juventus, más insistente entonces que brillante, pero ganador indudable de un punto. Y hasta apurado. Con el 1-1, el Bolonia tampoco se conformó. Terminó el partido en el área del Juventus. A la ofensiva.
Un empate más que valioso para el Juventus. No sólo por la polémica del penalti, sino porque la primera media hora sufrió un repaso del Bolonia. En la defensa, en el medio y en el ataque. En los regates de Ndoye, en la profundidad de Orsolini, en el recorrido imparable de Ferguson, en el control de Moro, en la firmeza de Beukema o en el espléndido manejo del balón de espaldas de Zirkee, que bajó la pelota, la controló, la jugó, que por alto se lo llevó todo y que fue un jeroglífico irresoluble para los centrales rivales.